miércoles, 20 de febrero de 2008

De golpes y longanizas - la historia de "lucho" Davagnuolo

Muenaas.

Luego de una ausencia larga y dura vuelvo al bosque para estar contento de verdá la lalálala. Y si voy volviendo es porque retorno, io ritorno no a Calabria sino a la blogonia.

Y ya que hablamos de Calabria, citemos pues a uno de sus más grandes exponentes, verdadero héroe de aquellas tierras de mujeres peludas y hombres con mucha feza; un personaje que fue pionero de Italia y del mundo todo en la exploración de los límites físicos del cuerpo. Por supuesto, estamos hablando de Luigi "lucho" Davagnuolo, "il masoca di la longaniza".

Nacido en 1891 en una salita sanitaria a pasitos del puerto de Calabria, Luigi fue abandonado por sus padres dada la imposibilidad de mantenerlo (recordemos que en 1891 la "peste di pappolla" azotó a la población de merluza, principal fuente de ingresos de los pobladores, exterminando aproximadamente dieciséis veintiunavos de la fauna ictícola calabresa y causando casi inmediatamente la pobreza de los locales, para jolgorio de los visitantes).

Solo, vivió doce días y sus respectivas noches lambiéndose la mugre de los talones, lo que lo proveyó de los nutrientes necesarios para subsistir durante sus inicios.

Pronto fue encontrado y adoptado por Giuseppe Meazza, un marinero bengalí nacionalizado italiano, quien lo trató con el mayor de los respetos y le brindó lo necesario para su formación.

Meazza falleció trágicamente unos años después, producto de una cirrosis encefaloplantar del dedo gordo causada por su afición a la bebida y la frecuencia con que practicaba su hobbie favorito, chupar mas que un ladrillo barato. Esto dejó a un Luigi adolescente al borde de una depresión, puesto que se quedó sentadito al borde de la tumba de Giuseppe, y que es una tumba sino una depresión de tres o cuatro metros en el terreno.

Carente de guía, triste y abandonado, Luigi buscó consuelo. Frecuentó bares, restaurantes, cantinas, petit hoteles y espás, pero nada lo satisfizo.

Milagrosamente, un día mientras dormía una mona tirando a gorila se le presentó en sueños Santa Francesca, patrona del embutido, y le bailó en bolas entonando una estrofa que decía:

"Luigi, Luigi Davagnuolo
manducadore dil profiteruolo
Senti lo que io digo
dale duro al embutido"

Sobresaltado, Luigi comprendió el mensaje. Se apresuró al almacén más cercano y compró salamines, tres compró. Uno picado grueso, los otros no. Tres. En total, tres.

Entonces procedió a dar rienda suelta a su libre interpretación de los versos de Santa Francesca: empezó a "darle duro" a los embutidos. Esto, claro, podría entenderse de varias maneras, y ante la duda, local; por lo que Luigi experimentó varias formas de "darles duro" a los salamines (tres) en cuestión. Se comió uno (el picado grueso), pero no halló felicidad.

Los otros dos los chupó, los usó de nunchaku, se los metió en el culo, los transformó en boleadoras, jugó al tikitaka, pero nada le traía felicidad alguna, ni siquiera una sonrisa sonrosada.

Entonces, pensando que el sueño de Santa Francesca era un sueño pelotudo no como el sueño de Solentiname ni el del negro ese, ni el del otro del sombrero que no me acuerdo como se llama, agarró y gritó un vívido "vá' fangulo" y revoleó los salamines al carajo.

La providencia quiso que el carajo quedara hacia arriba, y cuando los salamines cayeron le dieron en medio del lomo. El dolor del golpe fué decisivo: Luigi experimentó una felicidad inaudita al sentir los aromáticos embutidos darle de lleno en el espinazo. Seguidamente, los levantó del suelo y se empezó a latiguear, incrementando su alegría y empingándose de lo lindo.

Nacía entonces su masoquismo embutido.

De allí todo fué más y más al golpeteo y la autoflagelación chacinada. Ya en su adultez, creó un salamín que valía por seis, por su longitud, y que era idóneo para cagarse a salaminazos. Lo llamó "il salamine di burro". Luego de su muerte, el pueblo calabrés rebautizaría dicho embutido como "longaniza", en homenaje al único gran amor de Luigi, Eva Longoria.

Luigi "lucho" Davagnuolo se cagó muriendo en 1935, cuando dejó orear más de la cuenta una longaniza y se arrancó la segunda cervical de un garrotazo.

Hoy, miles de masoquistas marchan en procesión cada año hacia el puerto de Calabria, donde lo recuerdan con una picada con vermú. Yacen con el en su tumba un carrito a rulemanes, una foto de Yabrán, y una porción de la primera pizza calabresa jamás cocinada, creada por Paolo dil Pette en su honor. Sin faina, claro.

Vaya, pues, nuestro sentido homenaje a Luigi "lucho" Davagnuolo, "il masoca di la longaniza".



Salú!

Atte;

Sochett